Argentina 2023, un país de idiotas

De Cristina Kirchner y Javier Milei a Patricia Bullrich, Mauricio Macri y Sergio Massa… y al resto del pueblo argentino sin salud ni sensatez

Nuestra querida Argentina, sin duda, es hoy un país de idiotas. No está condenado a serlo. De nosotros depende salir de ese idiotismo. Idiota, en el sentido etimológico de la antigua lengua de los helenos, es alguien que sólo se preocupa de lo privado, es decir, de lo suyo, y que ignora o desprecia todo lo público. En los hechos la palabra griega “idiota” significa lo contrario a lo que significa, etimológicamente, lo “político” o la ciudadanía. El “ciudadano” es quien se preocupa y ocupa de la “res publica”, de la cosa pública, de la república. Dicho lo cual es fácil advertir que los argentinos no somos muy afectos a lo público y sí lo somos a lo privado. O sea, somos bastante antipolíticos o impolíticos; malos ciudadanos, malos políticos, malos republicanos; ergo, idiotas. No es el caso, como se suele decir que estemos mal representados; estamos bien representados, ya que el pueblo nuestro no tiene los gobernantes que se merecen, sino el que más se le parece; se nos parece. Junto a estos candidatos, impresentables en manada, estamos nosotros, el resto del pueblo argentino, sin salud ni sensatez.

Estas líneas se proponen echar algo de luz sobre el proceso, bastante tormentoso y caótico, que nos conduce a las elecciones presidenciales de octubre del corriente año. En cierto sentido los nombres más resonantes que figuran en las marquesinas de los candidatos al poder sumo, por activa o por pasiva, son Cristina Kirchner, una idiota filosófica; Javier Milei, un idiota económico; Patricia Bullrich, una idiota política y Mauricio Macri o Sergio Massa, dos idiotas morales… Una argucia o recurso muy argentino, el “yo, argentino”, dicho sea de paso, principio de nuestra irresponsabilidad casi infinita como ciudadanos, es echarle la culpa, siempre, al otro; por lo cual aquí, de entrada, es preciso señalar que cuando alzamos un dedo para criticar a estos esperpénticos “políticos” (o antipolíticos), los otros cuatro dedos nos apuntan a la comunidad que los hace posibles, por activa o por pasiva. Reiteremos, la culpa la tiene, la tenemos, los irresponsables ciudadanos argentinos, o dicho condensadamente el irresponsable pueblo argentino, sin salud ni sensatez, y sin amor a la patria.

Cristina de Kirchner, la idiota filosófica:

En el año 2007, cuando terminaba el primer período presidencial de los Kirchner, con Néstor a la cabeza, lanzaron la candidatura presidencial de Cristina de Kirchner, en su primer mandato. En aquel momento, el entonces gobernador de San Juan, José Luis Gioja, un conspicuo corrupto del peronismo, organizó un congreso internacional de “filosofía” para aupar la candidatura al sillón de Rivadavia de la señora de Néstor Kirchner. Con ese gesto remedaba ramplonamente el congreso de filosofía organizado por Perón en 1949 en Mendoza, él si de significancia filosófica mundial.

Para esa ocasión redacté un artículo para referirme a ello que titulé “Es la idiotez filosófica de la reina Kristina”. En salvaguarda de la genialidad de Hegel de la autoproclamada discípula argentina, con ínfulas filosóficas, era preciso ubicar qué significa “ser hegeliana”, que se atribuía la reina Kristina. El más ambicioso proyecto sistemático de la filosofía es el de Hegel, que concibe todo el devenir histórico como el despliegue de la Idea, consumándose en la realización del Espíritu Absoluto. Este sistema filosófico trinitario arranca en la Ciencia de la Lógica, pasa por la Filosofía de la Naturaleza y llega a su ápice en el Espíritu Absoluto. Una condensada exposición de la filosofía hegeliana sirve para incardinar en ella a la cuestión política del Estado, abriendo cauce hacia la adoración del estado, la estatolatría prohijada por el hegelianismo, desde Prusia al Estado de Israel o en los nacional-populistas de Iberoafroamerindia, entre otros… entre estos últimos el nacional-populismo de los Kirchner es solo una payasesca caricatura, con una adoración del estado, y la concomitante anomia, corrupción e impunidad –triángulo vicioso de la política- que le acompaña, que ha llevado al país a la situación de virtual desintegración como nación, y como estado. Pero, es evidente, que hay mucha más filosofía en Hegel que en la prosaica reina Kristina, pero el filósofo alemán no es ni una panacea ni una garantía de resolver el nudo gordiano ético-metafísico y político de la cuestión capital: ¿cómo debemos convivir los hombres en sociedad –animales políticos, según Aristoteles-?

Javier Milei, el idiota económico

En las antípodas de Hegel, se encuentra también una rusa que huyó tempranamente del bolcheviquismo, migrando a EE.UU. y adoptando la ciudadanía norteamericana, y ésta “fanática del individualismo”, como ella misma se caracteriza, es la predicadora fundamentalista a favor del egoísmo racional, y del laissez faire, en contra el Estado. Pero Rand también se sitúa en las antípodas de la caridad y de la responsabilidad infinita por el otro, que es el núcleo de la ética-metafísica y de la política de Levinas, según referimos. Rand es la piedra basal del pensamiento libertario que está en el credo fundacional y fundamentalista de Javier Milei, de cuya idiotez económica nos ocuparemos. La argumentación central de la “evangelizadora” libertaria se hace en aras de la defensa del capitalismo sin ningún tipo de control estatal. Como se ha dicho “es el único sistema que le permite al ser humano vivir como tal, es decir, haciendo uso de su facultad de razonar para tomar decisiones; y, desde aquí, oponerse visceralmente al socialismo, al altruismo y a la caridad religiosa”1.

Entre los mascarones de proa de los mariscales de las derrotas políticas anunciadas para el 2023 –sea quien fuese la/el victoriosa/o de las elecciones presidenciales venideras-, los dos que más se asemejan temperamentalmente y por sus taras psicológicas son Cristina Kirchner y Javier Milei. Ambos padecen la hybris del desequilibrio emocional, la megalomanía, el narcisismo y una idiotez, filosófica en la una y económica en el otro. ¿Por qué un lego casi absoluto en economía podría alzar esa descalificación epistemológica y ética en contra del león libertario victorioso de las PASO? Simplemente porque el altanero y violento Milei ignora la complejidad y la riqueza de la ciencia y de la práctica ética de la economía. ¿Cómo es eso? Me explico.

Desde el genio de Aristóteles se sabe, o se debiera saber, que entre ética, política y economía. bien entendidas, existe y debe existir una subordinación. El fin que rige en la economía, se sabe, es la maximización de las utilidades, haciendo foco en la escala doméstica u hogareña. Esto hasta Milei lo sabe, o lo debería saber. La economía, a su vez, está subordinada a la ética de la ciudad, la ética política, que tiene como fin perfeccionante el bien común. A su vez la ética política, subordinante de la economía, está subordinada a la ética, sin más, que persigue el bien absoluto. Pero esa prelación taxativa entre las éticas de la economía, de la política y de la ética sin más, no las inventa ni la reconoce Milei, sino que viene siendo subvertida desde el renacimiento, prolongada por Adam Smith o Karl Marx, hasta nuestros días, en que hoy acusa la subversión perversa en que lo económico está por encima de lo político, y economía y política se divorcian de la ética. Estamos ante la tiranía economicista en que las investiduras o los cargos políticos se compran al mejor postor. Y abonan el triángulo vicioso de la política: anomia, corrupción e impunidad, que contradice, punto por punto, al triángulo virtuoso republicano o democrático: el imperio de la ley, de la ética y de la justicia.

Otro argumento en pro de la ignorancia de la economía por parte de Milei radica en el mismo campo de su presunta sapiencia. Las escuelas económicas se dicen de muchas maneras, pero, básicamente, hay tres tipos de economías: la de intercambio –la comercial o liberal y capitalista-, la de coacción –la de la política tributaria y los impuestos para mantener al Estado, que ha de ser regido en su incumbencia social por el principio de solidaridad y subsidiariedad-, y la de gratuidad –la de los voluntariados o la del simple flujo de bienes y servicios que se hacen sin fines de lucro-. Pero, aún quedándonos en la pequeña aldea de la escuela libertaria y austríaca y de los anarcocapitalistas –de Ayn Rand a Ludwig von Mises-, o de Milei, vemos que este es un buen alumno de la egoísta y autista Rand y un mal alumno de von Mises, que no es un libertario desaforado como nuestro “economista” estrella de la hora.

Demonizar al liberalismo “por izquierda” y endiosarlo “por derecha” es algo igualmente ilegítimo y equivocado. Pensar críticamente el liberalismo y al capitalismo, y no darlo por dogma establecido e intocable, es lo que caber. El liberal-capitalismo es intocable para ambos lados de la grieta, donde los extremos ya demonizan ya santifican, como se dijo. Pero existe una impugnación radical al liberal-capitalismo que no pertenece a esa grieta. Hay un hombre crucial para encarnar esta crítica al liberal-capitalismo, sin dejar de criticar radicalmente los excesos de colectivistas, socialistas o comunistas. Hay un genio impart llamado Gilbert Keith Chesterton, un inglés de la época victoriana (1874-1936), que junto a su amigo Hillaire Belloc, brillante historiador católico co-crearon una concepción económica, social y política llamada distributismo; inspirada en la encíclica de León XIII Rerum Novarum (1891), inicio de la doctrina social de la Iglesia Católica, que atiende a la enseñanza evangélica de esa “opción preferencial por los pobres” en el imperativo cristiano inexcusable del amor al prójimo como a sí mismo. Y los necios de la política o del periodismo argentino (no todos), entre otros opinólogos al uso y abuso, hacen diatribas contra el “pobrismo” nefando que achacan particularmente al papa Francisco. Tal pobrismo, nombre acuñado por el historiador italiano Loris Zanata; concepción a la que adscribennecia y abusivamente nuestros “políticos” y “periodistas” –de ambos lados de la grieta- afilando sus colmillos contra el papa Francisco, de Picheto a Milei y una legión de la conjura de necios. Y el león libertario en el tema “papa Francisco” no es sólo un idiota económico, es un rotundo imbécil, de mala fe, dicho literalmente. Atacar al papa Francisco como un poseído por Satanás, y el agente que impulsa el comunismo en el mundo. Es esto lo que impulsó a los “curas villeros” a la reciente misa en desagravio del papa.

Patricia Bullrich, la idiota política

Más allá o más acá del periplo camaleónico de la política que viene practicando Patricia Bullrich hace medio siglo, aproximadamente, lo que la califica como idiota política, buena representante de la idiotez política de la argentinidad al palo, ha podido pasar de la guerrilla montonera al populismo derechista y corrupto de Macri aupada en la ignorancia supina de saber qué es la buena política; a quién sirve la buena política; qué fin orienta la buena política. Los buenos y sabios griegos, que milagrosamente acuñan el nombre y fundan su teoría y su praxis primeras han considerado desde el divino Platón que era la cuestión primordial, la de la República (Politeia) el permanecer anudada inextricablemente, en teoría y en praxis con la educación (Paideia). A esta altura de la historia ya se sabe que el primer tratado dialógico platónico sobre la República (Politeia) es a la vez un tratado dialógico sobre la Escuela y la pedagogía (Paideia). El fin de la escuela es la forja de la república; y el fin de la república es el apuntalamiento de la escuela. De allí que la idiotez política es la contracara de la idiotez educativa. Paideia y Politeia; Escuela y República deben conjugarse en una unidad simbiótica. La educación política busca formar buenas personas; y la política educativa debe formar buenos ciudadanos. La Argentina idiota carece de una masa crítica de ambos.

En los ejes programáticos de Juntos por el Cambio se declaman objetivos vacuos y abstractos como “mejorar la calidad educativa”, “reformar el secundario”, “atender a una educación inclusiva” y un ominoso etcétera, que no difiere mucho, en el fondo, con las no menos nefandas y necias propuestas del actual oficialismo o de los disruptivos de “la libertad avanza”. Mas, es preciso concretar estos ideales de escuela y república para brindar alternativas realmente superadoras de la tragedia educativa y la tragedia política o democrática en la que vamos abismándonos paulatinamente. Si bien es cierto que esto no es privativo de Argentina, el estar sumidos en el doble laberinto trágico de Escuela –ser malos alumnos y malos maestros- y la República o la Democracia –ser malos políticos y malos ciudadanos-, en la Argentina idiota vamos conquistando el puesto de abanderados de esta implosión de la Escuela y de la República Democrática.

A su vez, para lograr crear esa nueva escuela y nueva república hay que fundar el quehacer educativo y político en el planteo ético. Y hay que apuntar al triángulo virtuoso de la vida educativa y política, y apartarse del triángulo vicioso de esta conjunción de Paideia y Politeia. Los vicios trágicos de educación y política son la anomia o ilegalidad, la corrupción y la impunidad. Por contrario imperio cada vicio es eliminado por la práctica habitual de las virtudes que lo contradicen. En lugar de la anomia debe surgir el irrestricto cumplimiento de la ley, porque es imperativo hincarse ante la ley para no hincarse ante los tiranos o déspotas; y nuestra Argentina, como dijo Carlos Nino es un “país al margen de la ley”. En el lugar de la endémica o pandémica corrupción hay que bregar inclaudicablemente por la ética de la educación y la ética de la política, orientadas hacia la verdad, la justicia y el bien común para animar una comunidad que sepa convivir dialógica y fraternalmente para convivir en paz.

Mauricio Macri y Sergio Massa, dos idiotas morales

Así como postulamos el aire de familia temperamental entre Cristina Kirchner y Javier Milei, por su narcisismo, su megalomanía y su violencia, es posible aunar a Macri y Massa por compartir una supina idiotez moral, “adornada” por una crasa corrupción, de la que no están exentos, por cierto, otros de nuestros candidatos o políticos de variopinta idiotez. Ambos “políticos” tienen otras cuestiones graves en común: sus diversas cercanías a Milei y su insuperable distancia con el papa Francisco; y éste ha sentenciado claramente: “pecadores somos todos, pero los corruptos son el Anticristo”, algo de lo que se deberían hacer cargo los “papistas” como Grabois y compañía kirchnerista.

Ahora bien, la rutilante carrera de estos Anticristos es ya prolongada. Mauricio Macri comenzó su carrera, por decir una fecha, en 1995, cuando tras el acuerdo entre Menem y Alfonsín, el riojano buscaba su reelección, y la Revista Noticias sacó un artículo de tapa titulado “Negocios de Familia” donde aparecían Franco y Mauricio Macri, cuando aún aparecían juntos. En ese artículo se revelaba que la empresa de los Macri, subsidiada por el Estado argentino, Sevel, para ser empresa competitiva argentina, hacía contrabandear los Fiat por Uruguay. Un excelente funcionario de la entonces recaudadora Dirección General de Impuestos (DGI), Tacchi, se comprometía a “hacer mierda a los evasores”, y les impuso a los Macri una multa de más de doscientos millones de dólares, pagaron siete millones de dólares de coima, porque necesitaban que Menem fuera reelecto para que continuara la “prosperidad” de sus negocios. La ristra de ilícitos y corrupciones de Mauricio Macri es copiosa, y la separación respecto de Franco Macri, que se oponía a su incipiente carrera política, no era, precisamente, para dar un salto de calidad moral a su modo de hacer “política”. Su padre en los últimos años de su vida, por caso, fue el empresario kirchnerista más exitoso en relación con China, y Mauricio, por su parte, explotó otra vena de los negociados del capitalismo de amigos, aprovechando la información privilegiada de su posición de presidente, y luego siguió por otras vías non sanctas.

Y qué decir del desvergonzado corrupto cínico crónico y mentiroso serial de Sergio Massa; miraba su futuro en el espejo de J.F.Kennedy, pero su perfil da más para espejarse en la obscena corruptela de Cristina Kirchner o de Hugo Moyano, por mencionar sólo un par de prominentes delincuentes nuestros. Massa, por su parte, es también un delincuente de alta gama, del capitalismo de amigos, mimado por el círculo rojo (no por comunista, precisamente); y no ha dejado mentira por proferir ni ilícitos de traidor a la patria que cometer; por eso no es un personaje confiable para comprarle un auto o un monopatín usado, como se ha dicho. Y por eso no deja de ser razonable que el Kirchnerismo, a pesar de todas las reticencias y la tragada de sapos que conlleva, lo haya “elegido” para representarlos en el momento más crítico y declinante de sus carreras. Es comparable, con aquel intendente peronista de Buenos Aires, Carlos Grosso, que dijo que a él no lo habían elegido como gobernante de la ciudad de Bs.As. por su curriculum sino por su prontuario.

Conclusión esperanzada para 2023

¿Existe una salida para nuestra maltratada Argentina? Culposamente maltratada por nosotros, los argentinos. Sí que la hay, pero depende de la batalla cultural de los argentinos contra esta argentinidad al palo que encarnamos y de la que somos responsables los argentinos; lo somos todos y cada uno de los argentinos de carne y hueso; no sólo los esperpentos políticos que elegimos o que permitimos que sean elegidos para gobernarnos. Ante las elecciones trascendentes de octubre, con un dejo irónico, uno podría evocar aquella anécdota del discípulo de Sócrates que se acerca al maestro a quien pide orientación ante el dilema de casarse o no casarse. El sabio padre de la filosofía le contestó “hagas lo que hagas te arrepentirás”. Elijamos lo que elijamos en octubre nos arrepentiremos, pero para erradicar esa costumbre tan argentina de lloriquear y quejarnos y echarles la culpa al otro por lo que nos pasa, sea a la casta, a la oligarquía, a Rusia o a EEUU., porque “yo, argentino”, debemos ejercitar la disidencia y la resistencia que emana de la responsabilidad infinita por el otro para contrarrestar esos vicios políticos y educativos y transformarlos en virtudes de una nueva escuela y una nueva república democrática. Y ello lo podemos hacer con una simple y ardua prueba, confrontarnos todos los argentinos –no sólo nuestros “representantes” políticos y educativos- en rezar, mirándonos al espejo la oración de San Francisco de Asís:

Señor,

haz de mi un instrumento de

nuestra paz!

Donde haya odio que yo lleve

el amor

Donde haya ofensa,

que yo lleve el perdón.

Donde haya discordia,

que yo lleve la unión

Donde haya duda,

que yo lleve la fe.

Donde haya error,

que lleve yo la verdad

Donde haya desespero,

que lleve yo la esperanza.

Donde haya tristeza,

que yo lleve la alegría.

Donde haya tiniebla,

que yo lleve la luz.

Oh Maestro

haz que yo busque más

consolar que ser consolado,

comprender que ser comprendido,

amar que ser amado,

pues es dando que se recibe,

es perdonando que se es perdonado,

y es muriendo que se vive

para la vida eterna!

Todos los argentinos tenemos razones para esperar que nuestra implosión como comunidad puede tener una luz al final del túnel o del pozo en que nos encontramos, pero esta luz nos iluminará para redimirnos si y solo si en cada metro cuadrado en el que vivimos y en cada minuto de vida que nos sea dado podamos rezar y obrar esta oración.

Ramón Eduardo Ruiz Pesce

Argentina 2023, un país de idiotas