“Es difícil corregir a los perversos,y el número de estúpidos es infinito”Eclesiastés, 1, 151
*Publicación original: Diario Siglo XXI, 8 de marzo de 1998
Si me hubieran hecho objeto, sería objetivo, pero me hicieron sujeto; dice José Bergamín. Un periodismo independiente y objetivo es el que al transmitir la noticia comprobada diligentemente, piensa que es verdad.
Verdad Negociada: virus y mentiras de la prensa libre
Decir lo que es que es y de lo que no es que no es, es decir la verdad
Querido lector, confío no escandalizarle hablando mal del periodismo desde las columnas de este diario. Si pudiera hablaría mal de la radio desde la radio; y no le digo nada lo que podría llegar a hablar y mostrar de la televisión-basura ante las cámaras del televicio. Y el colmo de mis maledicencias e improperios, alcanzaría a Intemet y a la autopista informática, en la que estamos “enredados”; mezclados y manoseados en el mismo barro con neonazis, pornógrafos, terroristas y prostitutas.
Vamos globalizando nuestras miserias y pecados. Ya no queda nada santo ni sagrado por profanar; empezando por la santidad y la dignidad del que se corrompe corrompiendo su propio corazón, su propia mente y su propia lengua. “La palabra violada”, se dijo, es el último signo de los tiempos modernos. La mentira, la maledicencia y la injusticia son las expresiones de esa violación de la palabra.
¿Qué lee usted con más asiduidad en los titulares de los diarios? Crímenes y mentiras. ¿Qué sigue usted con más morbosidad en la televisión? Mentiras y crímenes. No hay otra cosa que tenga más rating y más circulación en los “medios de comunicación social”, que esas monedas corrompidas y corruptoras. En el centro o en la periferia del “imperio americano”, los titulares de los diarios y losspots televisivos no hablan sino de las mentiras de presidentes o gobernantes.
Bill Clinton, presidente aun en ejercicio de EE.UU. (artículo escrito en 1998), está siendo acosado judicialmente por sus affairessexuales. Y los cínicos puritanos norteamericanos, parece, desde los tribunales y desde la prensa libre, lo destronarán, no por las aventuras genitales del presidente, sino por haberse dejado descubrir y, para terminar de embarrarla, por haber mentido e inducido a mentir al respecto. Veremos, dijo un ciego.
Antonio Domingo Bussi, gobernador de Tucumán, está siendo acosado hoy política y judicial y periodísticamente por no haber declarado una cuenta en un banco suizo (el mismo año 1998). Y los hipócritas políticos, militares y periodistas argentinos lo quieren destronar, no por las sangrientas aventuras militares del pasado, sino por haber omitido declarar su cuenta en Suiza. ¿Veremos? pregunta el ciego.La anticipada moraleja de estas historias cuasi paralelas es que la mentira tiene patas cortas. Y, a la corta o a la larga, el que miente pierde. Pareciera que mentir se está tornando una actividad costosa; enhorabuena. Sería de desear que el precio por mentir no se elevara porque funcionen mejor que antes los tribunales de cuenta, los fiscales de la nación o los tribunales de honor militares, sino porque funcionara mejor el tribunal de nuestra propia conciencia, que es al que más rápida y fácilmente sobornamos. De todos modos, la verdad sea dicha, no voy a llorar mucho la caída ni de Clinton, ni de Bussi, si fuera el caso -como parece ser- que ambos mintieron. Tampoco lamentaría que el costo de sus mentiras significara sus muertes políticas. Pero, hablando de lo que siento y pienso, no me cuento ni jamás me contaría entre los que votaron o votarán a Bussi para gobernar Tucumán, y tampoco me sumo al coro chillón de los oportunistas y cínicos que desde la “prensa libre” o desde la política esclava de los inconfesables intereses, quiere sacar leña del árbol que cae.
Vivimos entrampados en una cultura de la mentira y de la descalificación recíproca. Lo único que cuenta es aplastar al otro; lo único que no importa es la verdad. Haga un experimento: lea los insultos que se prodigan nuestros políticos. Apuesto doble contra sencillo que, si usted no sabe quien los ha dicho, no sabrá a qué político le endilgan el ser “mentiroso, ladrón, corrupto e inepto”. Es un perfil muy ajustado tanto del oficialismo como de la oposición… (a fines del siglo XX y bien entrado el siglo XXI) y también, reconozcámoslo, de los idiotas útiles que contemplamos el triste espectáculo de nuestras miserias, desde el llano del dejar hacer, dejar pasar, y desde la consigna “moral” argentina del “no te metás”. Nuestro muy culposo y cómplice “principio de irresponsabilidad”.
Negociando y Negando la Verdad
Derecho a la información, libertad de expresión y respeto absoluto por el prójimo
Bajo el imperio de sobrevivir en el mercado mundial, altamente competitivo, los medios de comunicación social, saben que tienen que vender a toda costa; caiga quien caiga; cueste lo que cueste. La lógica del mercado es implacable: hacer negocios o morir. Cada época será juzgada por lo que ha considerado negociable, se nos enseñó hace tiempo. Nuestra era, la de la informática y de la globalización, ha considerado que uno de los negocios más rentables es el de la información. Y, se sabe, negocios son negocios; todo es negociable; la verdad también lo es, y, cuando ponemos precio a qué sea verdad ya quedamos enmarañados en las redes de la mentira.
En el mercado todo depende de la oferta y la demanda, y es bajo su sacrosanto imperio, que se hacen grandes negocios con las drogas, con las armas y, en el caso que aquí vemos, con las mentiras. Las mentiras tienen un mercado más próspero que las verdades; venden más y mejor. Los diarios, las radios, las televisiones salen a buscar lo que el mercado reclama, y, es bien sabido, que hay mayor demanda de lo procaz, lo grosero, lo mentiroso, que de lo pudoroso, lo discreto y lo verdadero.
Por eso se puede afirmar que casi no existe el periodismo independiente. La ética informativa no da tantos réditos como el amarillismo. Buenos y malos periodistas, de una o de otra manera, dependen de la mano que les da de comer. La libertad de prensa está subordinada a los mandatos del libre mercado; a lo que se compra y a lo que se vende. Y la prensa, como el común de los mortales que buscan un lugar bajo el sol del mercado, alegando la libertad de expresión, vende su alma al mejor postor. Hay honrosas excepciones; son las que confirman la torcida regla.
Y esta “moral” periodística es aplicable en Dinamarca, en EE.UU. como en Argentina. El danés y cristiano Sören Kierkegaard, que también hizo periodismo, decía que si él tuviera un hijo con cuatro años de práctica periodística y una hija prostituta arrepentida, a la hija la seguiría recibiendo en su casa; al hijo no. Será por aquello a lo que aludíamos antes: los pecados de la cintura para abajo son menos graves que los de la cintura para arriba; algo que comprobamos con el mentado Bill Clinton: “la .casi guerra contra Irak apenas alcanzó opacar el escándalo desatado en torno al pene del jefe de la Casa Blanca”, dijo Osvaldo Tcherkaski en la tribuna abierta de Clarín que tituló”Disparen sobre el periodismo”. Allí mismo, comentaba las demoledoras críticas al periodismo hechas por el sociólogo francés, PierreBourdieu. Y el eje de sus críticas “es la sumisión de los medios a la lógica del mercado”; “en vender como mercancía un bien social, la información”. Será verdad, al fin de cuentas y de cuentos, que sólo la verdad nos hace libres; lo demás es todo mentira. Y los que, de una o de otra manera, perpetramos periodismo, tendremos que elegir: arrodillarnos ante el dios del mercado o arrodillamos ante el Dios de Verdad; arrodillamos ante el Verbo de Dios que dijo de Sí Mismo: Yo Soy La Verdad, arrodillarnos ante el diablo, el consabido padre de la mentira.
Lalo Ruiz Pesce
** Este articulo fue publicado originalmente en la Sección Vida Buena del Diario de Yerba Buena.